Carta de Nino

Hola, me llamo Nino, o al menos así  me llaman desde hace un tiempo. No puedo deciros cuantos años tengo, no estoy muy seguro, y la verdad, tampoco me importa.  Para mi, la vida comenzó hace mas o menos un año.  Mi dueño me había dejado atado a un árbol, sin comida ni bebida y bajo un sol abrasador. No se cuanto tiempo estuve así, pero las fuerzas me habían abandonado, los bichos me estaban comiendo, y ya sólo esperaba que todo acabara. Pero entonces, un voluntario de Ciudad Animal me encontró y todo cambio. 

 

Llegué al refugio y lo primero que sentí fue a mis nuevos amigos dándome la bienvenida. Había muchos perros como yo, que me saludaban y me daban ánimos, y claro, un nuevo descubrimiento para mi: humanos que me cuidaban. Por primera vez, no me pegaban, ni me gritaban. No. Estas personas me querían, me acariciaban, me hablaban, me daban comida y agua y sobre todo muchos mimos. Mas tarde descubrí sus nombres: Loli, Irene, Ivan, Celeste… Nunca imaginé que los humanos pudieran ser así…Creía que estaba en el cielo de los perros, no creía que hubiera nada mejor.

Pero éramos muchos. Demasiados. Los humanos como mi amo, seguían abandonando a sus perros, y en el Refugio cada vez había menos sitio, y aunque nuestros amigos hacían todo lo que podían, no pudieron evitar que, un día, otros perros me pegaran. No fue por maldad, sólo fue algo que ocurrió sin poder evitarlo.

Cuando me encontraron, todo fue muy rápido. Me llevaron al veterinario. Estaba bastante mal. Necesitaría cuidados y atención que sería complicado poder darme en el Refugio, pero como tantas otras veces, lo harían.

Yo no me enteré, pero me hicieron fotos mientras estaban curándome, y las enviaron al resto de voluntarios y colaboradores. Y así, ellos me vieron.

Me han dicho que lloraron cuando recibieron las fotos  y las vieron.  Mi amita ya me había visto la semana anterior en el refugio, cuando yo estaba bien, y , como dice ella, se había enamorado de mis ojos, pero no podían llevarme. Mi amo se sintió  culpable de no haberme adoptado antes de que me hicieran daño, pero ya había pasado. Así que se pusieron en marcha, y ese mismo sábado vinieron a por mi.

A mi me dolía todo, estaba muy triste y asustado y cuando les ví pensé que había hecho algo mal y que por eso me echaban del Refugio. Me montaron en un coche y nos fuimos lejos.

Tardamos mucho rato en llegar, pero al final el coche paró. Me bajaron y subimos a su casa.

Me di cuenta que no estaba solo. Allí  había otro perro. Era un cachorro que no paraba de lamerme y saltar a mi alrededor. Mis amos le decían,” cálmate Harley, esta malito y ahora no puede jugar, dale un tiempo para recuperarse y veras como os hacéis amigos enseguida.”

También había un niño pequeño. Desde que me vió, me trato con mucho cariño, me acariciaba y abrazaba y me decía: “Tiene pupa, tiene pupa.”

Después de esa noche todo cambio. Al principio seguía con miedo, ni siquiera movía mi colita, ni me atrevía a lamer a mis nuevos amos como hacía Harley. Incluso el niño de la casa le decía a su mami: “No besos, no besos”, preocupado por si yo no le quería…

Tardé unos días, pero pronto me adapté y empecé a ponerme mejor.

Mi nuevo veterinario me hizo pruebas de todo tipo y dijo que debía tener unos 5 años, pero ahora me sentía como un cachorro igual que mi nuevo amigo.

En cuanto me encontré bien, comenzamos a salir los fines de semana, toda la familia. Al campo, a la playa…  Nunca me regañaban aunque algunas veces hacía cosillas que no estaban  muy bien , pero por fin había encontrado una familia, y eso significa que te quieren pase lo que pase y que tu les quieres mas todavía.

Algunas veces me llaman pesado por darles tantos besos o no parar de darles la patita y seguirles a todas partes, pero siempre me lo dicen con una sonrisa, así que debe ser que les gusta.

 

Estoy muy feliz. Ahora sé que el Refugio no era el cielo, porque en el cielo estoy ahora, pero se que si no hubiera estado allí y me hubieran ayudado a mantener la esperanza, nunca hubiera conocido a mi familia.

Pero todavía tengo una pena muy grande. Me gustaría que todos mis amigos que todavía siguen en el refugio, encuentren pronto lo mismo que yo.

Ojala tengan la misma oportunidad. No importa si somos pequeños o grandes, cachorros o adultos, tranquilos o nerviosos, guapos o feos, enfermos o sanos, todos podemos adaptarnos a vivir con una familia siempre que nos quieran, porque estaremos tan felices y agradecidos que devolveremos todo ese amor con creces.

Os mando muchos besos a todos, y quiero daros las gracias a los primeros amigos humanos que tuve en mi vida. GRACIAS POR VUESTRA LABOR. Si no fuera por vosotros  no sobreviviríamos.  Prometo no olvidaros nunca y hablarles de vosotros a todo el mundo que conozca.

Os seguiré contando como va mi vida.

Gracias  por todo.